Historia de la electricidad en clave de tango
“… Cuando estén secas las pilas de todos los timbres que vos apretás…”
Yira, yira. Tango, 1930, E.S.Discépolo
Georges Leclanché | Enrique Santos Discépolo
En ediciones anteriores vinimos evocando, siempre en clave musical popular, algunos aspectos históricos, entre los que figuraban usos locales e internacionales siempre referidos a la seguridad eléctrica, algunas veces a favor, otras en contra de ella.
Venimos aquí, en defensa de la referencia tecnológica del querido autor del tango del acápite, el célebre “Mordisquito” o “Discepolín”, a intentar una explicación del empleo de enormes pilas de vida limitada como lo siguen siendo todas, por lo tanto costosísimas.
Porque las antiguas pilas húmedas se secaban; las actuales como bien lo sabemos, revientan arruinando la linterna. La pila Leclanché era una celda electroquímica primaria inventada y patentada por Georges Leclanché en 1866, que contenía una disolución conductora (electrolito) de cloruro de amonio, un polo positivo de carbón, un despolarizador de dióxido de manganeso, y un terminal negativo de zinc. La química de esta celda fue más tarde adaptada con éxito para la fabricación de pilas secas cuyo envase era de zinc hasta que la Union Carbide empezó con el acero galvanizado de vida limitada y apariencia imitada por marcas tan inconcebibles como el disparate de vender productos baratos con semejantes pilas ya instaladas, que lo mejor que se puede hacer es reemplazarlas por las buenas. Hasta acá todo muy lindo, pero (siempre hay un pero):
¿Por qué tenían que andar poniendo pilas si ya tenían la luz eléctrica?
Porque la luz eléctrica venía en C.C.
En efecto, los amigos Edison (el inventor) y Morgan (el banquero), asociados en el emprendimiento de electrificar ciudades, optaron por la corriente continua que se extendió rápidamente, contra la opinión de Tesla, Steinmetz y Westinghouse quienes, teniendo la razón, abogaban por la corriente alterna que al permitir el uso de transformadores la dotaban de alcance ilimitado entre otras ventajas. Una de esas ventajas es el empleo de muy baja tensión de servicio reglamentariamente adoptada para los sistemas de comando y señalización cuya instalación trascienda los límites de un gabinete.
Trasladémonos a la época en que el único aislante sólido confiable no higroscópico era la costosa y quebradiza porcelana que por ser víctima de vandalismo era reemplazada en los pulsadores metálicos inmunes al martillazo por láminas y/o virolas de aislantes menos confiables: mandar 220 V al pulsador era condenar a muerte a quien lo oprimiese bajo la lluvia, así que los ricos tenían brutos timbres de continua, alimentados a pila. Los pobres dejaban la puerta de calle abierta. Altri tempi.
Viejos pulsadores: izquierda (reverso) - derecha (anverso)
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