Sergio Szklanny
Sergio Szklanny es ingeniero químico egresado de la Universidad de Buenos Aires. Es director de SVS Consultores, profesor de la Universidad Tecnológica Nacional Regional Buenos Aires, responsable del Grupo de Automatización y Control con Tecnología Informática Industrial (ACTII) y coordinador editorial de la Revista de AADECA. Con más de cuarenta años de experiencia, trabajó en las áreas de procesos y de instrumentación y control en empresas como CNEA, Techint, UTE Orimas/Roggio, Mc Kee del Plata y Foxboro Invensys. Fue docente en la UBA. Fue Presidente de AADECA.
En mis más de cuarenta años como profesional, atravesé por las distintas etapas que un profesional de nuestro país suele transitar: como hijo de inmigrantes trabajadores del calzado, lograr un crecimiento pasaba por estudiar y trabajar. La dificultad de encontrar un primer trabajo, ser docente ad honorem por años en la "Facu", sufrir los avatares de la Argentina (desde los “famosos” '70), con ciclos de cierre de empresas y, a veces, crecimiento. Tuve momentos difíciles y momentos muy buenos, hasta que la suerte de un crecimiento permanente me permitió llegar a puestos gerenciales con muy buenos trabajos pero con demasiada dedicación (casi adicto al trabajo). En ese momento, los avisos del cuerpo ("estrés", lo llaman) me hicieron replantear mi futuro y fui emprendedor a los 45 años, fundando la empresa en donde hasta el día de hoy me desempeño, trabajo y me divierto con el tema que siempre me gustó como profesión y sin dejar en ningún momento de dar capacitación (mi otra gran pasión), en la empresa o en ámbitos académicos.
Desde siempre he sido un deportista mediocre, no jugué bien al fútbol (en el secundario me mandaban siempre al arco). Pero tampoco era de lo peor (en fútbol, sí…). El vóley apareció como oportunidad… En la universidad jugué también algo de handball, pero nunca dejé de jugar al vóley, deporte más que interesante, si los hay: requiere reflejos, buen estado y, como todo, técnica. Además es altamente eficiente (doce personas en un espacio de nueve por dieciocho metros) y lo más interesante es el compañerismo y el divertimento. No puede ser un juego individual, los tres pases son la mejor táctica para ganar un punto, y conocer las fortalezas y debilidades de los compañeros es fundamental para divertirme (ganar, para mí a esta altura, es secundario).
¡Y de grande, viruela! A los 45 años el cambio laboral vino acompañado con salir del sedentarismo. ¡Comencé a entrenar en vóley! No soy alto, por lo que debo ser armador (el que busca la segunda pelota y la “arma” al pegador), y si bien mi habilidad es limitada, ir a todas, picar y llegar y levantar pelotas complicadas suelen estar entre mis virtudes (mis defectos no los cuento, solo uno: suelo hablar comentando cómo podemos tratar de mejorar en el equipo después de cada punto… ¿deformación profesional docente ingenieril? Algunos aprecian esos comentarios.
¿Y hoy? Algo casi increíble: juego junto a un grupo de más de dieciocho personas mayores de sesenta años (más de uno tiene más de ochenta), dos a tres veces por semana. Y lo más interesante es el horario: ¡De 8 a 9.30 de la mañana! Primero, media hora de gimnasia y entrenamiento (la profe, Clarissa, muy didáctica, piola y dedicada) y después, una hora de juego. Después, ducha, café y ¡a trabajar! Les aseguro que el hacer este tipo de actividad me mantiene el ánimo altamente positivo y me permite enfrentar las obligaciones de otra forma, con la mente despejada y el físico ejercitado… Y respecto del buen momento de las discusiones y debates en el café, ¡impagables y enriquecedoras! Después, no importa dar clases o trabajar más allá de las 21 horas, si hace falta.. ¡El cuerpo a los 66 aguanta! (al menos hasta que aguante).
No puedo dejar de comentar que el sábado por la mañana hay partido de tenis (dobles) con otro grupo igual de divertido. (Se me van a enojar los tenistas si no los menciono).
Recomiendo no descuidar el físico desde muy joven, es algo único que no podemos reemplazar. Hacer deportes (cualquiera, pero hacerlo activamente) es una buena receta para llegar bastante entero a los 66 años que tengo y poder alzar sin problemas a mis hermosos nietos.
Disfruten de la vida, que vale la pena ser vivida.